

"Conocí a Adrián durante mi adolescencia, en aquellos años él no era muy popular en esta ciudad como interprete, el primer disco que llegó a mis manos llevaba por título su apellido “Abonizio”, el segundo “Los años felices”. Los escuché con pasión, cada una de sus palabras podía hacer temblar a mis antepasados.
Hacia fines del secundario (debo reconocer con cierta vergüenza) memorizaba sus poemas, y los escribía en mi carpeta durante las horas de clase, intentando engañar a la insufrible profesora de química que declamaba triunfal la combustión incompleta de los alcanos esgrimiendo en una mano la tabla periódica de los elementos.
Su primer libro, “Caza de fieras” contenía los poemas más significativos en aquellos años.
Tiempo después leí una nota periodística en la que elogiaba la novela “El juguete rabioso”, también esta obra resultó ser fundamental en mi vida.
La tarde en la que nos encontramos, tuve la suerte de escucharlo hablar, en ese momento comprendí que valió la pena esperar veinte años, nunca me decepcionó, en su canto se alza la sombra de su padre y el amor de su hijo, la voluntad inquebrantable de traducir el universo en poesía, la mirada aguda, el oído atento, el gesto silencioso de quien entrega sus obras con amor, aún inconciente de las huellas imborrables que estas puedan dejarnos en el alma."
José Morello.
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